Mañana que el calendario marcará como el vigésimo día del año, el Sol, desde su último equinoccio del 21 de diciembre, ha ido obsequiándonos con 2 minutos cada día de su luz, merced al arco que describe en nuestra bóveda celeste y poquito a poco, mañana es una hora completa que disfrutamos con su presencia todos los seres vivos que habitamos el planeta Tierra.
Atrás quedó la melancolía que suponía verle desaparecer a las cinco de la tarde para sumirnos en la más profunda oscuridad y más a los que vivimos en el campo, sin contaminación lumínica, que nos cabe el consuelo de contemplar las constelaciones del firmamento estrellado.
No se si será porque estamos habituados al cielo nocturno que se nos ofrece a nuestra mirada la primera mitad de la noche que cuando por alguna circunstancia tengo que levantarme y madrugar, ante mis ojos se presentan formaciones de estrellas muy distintas y a la vez muy bonitas y siempre la “inamovible” la Estrella Polar, que de ella tendríamos que aprender mucho y no ser veletas mecidas al viento y que los demás nos lleven por donde a veces no queremos ir. No seamos como las moscas de la fábula del panal de rica miel.
Un abrazo cibernético de: Ángel López Miñano
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