MIS ADORABLES VECINAS
Llevo un buen rato delante del ordenador, dándole vueltas a la cabeza para comenzar a expresar todo cuanto me permita mi espacio asignado en Crónica-7 y lo que por encima de todo deseo que me quepa es, el agradecer a Luís Carlos el que con esta oportunidad, vaya recuperando mi autoestima, que he llegado a tener muy baja y tan necesaria para sentirme realizado como persona. Creo, que nadie puede dar algo de lo que carece y si en el día a día no voy sintiéndome útil para los demás, me sentiría frustrado, cual mueble en un rincón.
Tengo por vecinas, a 3 metros de mi casa, varios centenares de miles de seres diminutos que admiro, cuanto mas las observo, por su cooperativismo sin igual, lucha por la vida, trabajadoras incansables, ordenadas, valientes, defensoras a ultranza de lo que es suyo, sabias para decidir el momento justo de cómo y cuando ponerse manos a la obra, todas a la vez, sin envidia, sin esconder el bulto, sin miedo, sin reprocharse nada, sin derribar los pilares que las mantiene unidas, porque en ello les va su supervivencia. ¡Ellas son así..!
Este año, durante los pocos días que pasan por delante de mi casa, se me ocurrió ayudarlas a mitigar su lucha, dándole el fruto de su trabajo ya casi hecho, consistente en 1 kilo de arroz y mira tu por donde, lo único que conseguí fue añadirles un problema que antes no tenían. Se reunieron casi doscientas a ver como solucionar el problema que yo, sin querer, les había causado. Pensé que esas eran las “mandamases”, porque las demás seguían trabajando y pasando del tema como si tal cosa.
Transcurrida una hora, que digo yo, discutirían e incluso se gritarían, pero no para ver quien mandaba más, si no quien aportaba la mejor solución de que harían con mi arroz. A punto estuve de volverlo a recoger y dárselo a las gallinas de mí también vecina Remedios cuando, ante mis ojos atónitos vi como casi todas a una –digo casi- porque programaron lo que nosotros llamamos “Estado de Emergencia” y en la siguiente hora ya tenía ante mis narices la equivalencia milimétrica del volumen de mi arroz en tierra, procedente de sus habitaciones, para así poder albergar, el regalo que con tan buena intención, les había dado. En la siguiente hora ya solo quedaba el sitio donde les deje mi problema.
Luego me he enterado que cada granito de mi arroz tenía un problema añadido, que oculto bajo la tierra, puede germinar arrojando por la borda todas las esperanzas de vida que habian puesto en cada grano. Me aseguran que lo tienen todo tan calculado que eso no les llegara a pasar jamás, ni con mi arroz ni con nada que deciden agenciarse porque eliminan el núcleo donde está toda la información genética de la siguiente generación. Lo demuestra el hecho que han sobrevivido hasta nuestros días, a lo largo de la Noche de los Tiempos. Les va tan magníficamente bien a mis vecinas las Hormigas, que no aspiran a más, no se van de vacaciones, ni vienen contando lo mál que lo han pasado en la playa masificada de turno, como nos decía mi vecino D. Rogelio Gil Serna en sus Áureas Otoñales. Saquemos cada uno nuestras propias conclusiones de esta metáfora que les acabo de relatar y apliquémosla en todos los terrenos de nuestra vida, seremos todos muchísimo más felices que somos.
Me ha hecho sonreír mi también vecina Encarnita Carrillo Martínez por su maestría, enfocando un tema tan peliagudo como lo son “Los Pobres Peatones de Abarán” para concienciarnos de cómo debería ser ese respeto mutuo de peatones y conductores y conductores entre sí.
Tengo un amigo que pronto ejercerá de Policía y que ojala nunca tenga problemas aplicando leyes que están echas en despachos con gratísimo aire acondicionado y que debe aplicar sin saltársela en la selva de asfalto…! Pobre David Amoros Vázquez, cuídate!
Me ha emocionado mucho la historia que nos ha contado J. Mateo García Romero “Vivir como si fuera el último día” por su sencillez y ternura. He vuelto a tener la suerte de saludar a nuestro amigo Mateo y Sra. y felicitarle por conmoverme con su humildad innata que le caracteriza. Le he contrastado una vivencia mía personal pero con un final feliz y es la siguiente:
Me desplacé hasta la vecina localidad de Cieza por un accesorio en el establecimiento Diego López y la chica que me atendió al alzar su cara del teclado del ordenador y me miró a los ojos, quedé como petrificado, al ver en ellos, la obra creadora de Dios, por su brillo, su color, su serenidad y su belleza. Elevé mi vista al cielo y en voz alta dije: ¡Gracias Señor, por el regalo que generosamente has dado a esta chica y así a través de sus ojos podamos todos verte a Ti!
Ya no me queda espacio material para contaros mis observaciones a lo largo del tiempo vivido en Fundación Hospital de Cieza y que le hice llegar “a quien corresponda” mediante escrito al buzón de sugerencias, pero si entresaco uno de los puntos que creo de mayor importancia y es el que pocas personas son las que mueren en sus casas, rodeadas de sus seres queridos, que traten de humanizar ese momento de recogimiento, impotencia y sufrimiento de toda la familia unida en el desenlace final del tránsito de de esta vida a la del Más Allá, permitiendo estar junto al enfermo en sus minutos finales de vida.
Espero que para cuando esto que hoy escribo llegue a las manos de mis paisanos, mi vecina Mercedes de la Fuente Tornero le haya sido restituida toda la dignidad que ha cosechado a lo largo de su infancia, adolescencia, juventud y madurez intachable por un dichoso 10 de octubre.
A veces es pecado mortal dedicar toda nuestra vida a un ideal. Llegaríamos a pagar un precio muy alto dedicándole cuerpo y alma. Un día giras tu cabeza y ves que ya no hay nadie detrás: te has quedado solo. Es muy probable que te encuentres con gente que no te perdone esa constancia y esa entrega que ellos son incapaces de tener. No se dan cuenta de que sus críticas no son más que halagos impertinentes. Las épocas de crisis son oportunidades para el cambio que no debes desaprovechar. Las heridas no son más que indicadores del camino a seguir. Te echarán zancadillas y probablemente te caerás. Lo que más les duele es que te vuelvas a levantar y sigas caminando...
Anthony de Mello (Jesuita) dijo en cierta ocasión: “No seas arrogante con el humilde ni humilde con el arrogante”.
Hasta pronto, que volvamos a encontrarnos, vuestro amigo y paisano:
Ángel López Miñano
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