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sábado, 2 de enero de 2010

Crónica 7 “ABARÁN, MARTE, VENUS” Ángel López Miñano (Abarán)


ABARÁN MARTE VENUS


Motivos y temas no me faltan, para llenar mi espacio en Crónica 7 si tuviera que resumir mis últimas vivencias en este final de verano, comienzos de otoño y no digo nada si me remontara a los tiempos de antaño…, porque uno, ya ha vivido lo suyo. Soy de la época de cuando el “ABARÁN, PARÍS, LONDRES” estaba en su apogeo y ahí, si que hay un filón interminable de anécdotas que vienen fluidas a mi mente, tan solo quedándome quieto, cerrando mis ojos y evocar un pasado que ya se fue para siempre. Eso me hace resistirme a envejecer empíricamente, manteniendo vivos mis recuerdos. Lo repite muchísimo nuestra queridísima Juanita Templado Gómez y cuanta razón tiene!
El tradicional Libro de Festejos de Abarán es una muestra latente de la historia de mi pueblo, escrita con el corazón, para ser leída con la mirada limpia y una sonrisa sincera, sin la impotencia de no poder cambiar la infancia peculiar de nuestros mayores cuajada de esperanzas, sinsabores y mucha escasez de todo lo que precisamente ahora abunda, por eso deberíamos cambiar el manido eslogan antes citado por el de “ABARÁN, MARTE, VENUS”. No importa que esté enclavado en el fondo de un valle, rodeado de montañas que lo protegen, que no sea paso obligado del caminante, que para venir a Él, hay que hacerlo a propósito o pasarían de largo por 4 kilómetros que lo separan. La Barriada de San José Artesano hace de puente que nos une con otras latitudes e incluso con Marte y con Venus. Me ha pasado personalmente cruzar toda la Plaza de La Zarzuela –nuestra entrañable Era- y no he logrado reconocer a nadie de cuantos me cruzaba, de diferentes étnias, costumbres, religión o credo y me he sentido extraño en mi propio pueblo, hasta que por fin, por sus calles próximas me tropiezo con un Gómez, un Tornero o un Carrasco etc. y se me quita esa desazón por haber perdido mi identidad, aunque solo haya sido ese par de minutos, mientras cruzaba La Era, mezclado entre personas que nada saben de mí y mucho menos de mis ancestros y próceres.
Todo este cambio sociocultural, que se ha experimentado en Abarán ha hecho posible que no sea mejor ni peor que antes, si no diferente. Que a mucha gente le sucede como a mí, en este nuevo periodo de readaptación a los nuevos tiempos, al nuevo Abarán que nunca terminaremos de construir. ¡Cuántas veces he escuchado decir!…”Se está perdiendo todo, los valores, el sentir de un pueblo, todo vale y hasta la educación y las buenas costumbres se están atrofiando.” Y es que nuestro santo el Rvdo. D. Juan Sáez Hurtado, ya en previsión de que todo esto llegara a pasar, nos recomendaba ponernos la tirita, antes de que nos hiciéramos la herida y poca gente le hizo caso y ahora estamos purgando la insensatez de dejarnos llevar por todo lo que no nos conviene y nos hace daño. Un día a media mañana, de hace muchísimos años, siendo un adolescente quinceañero, me había comprado una Biblia con la debida licencia eclesiástica en Librería Atanaulfo. Pensé que ya que me había gastado mis ahorros de un mes en una obra de consulta espiritual, carecía de valor si no la llevaba a que D. Juan me la bendijese. Así que, con mi idea fija de se cumpliera mi deseo, me encaminé hacia la iglesia de San Pablo y me lo encontré solo, en la sacristía, de espaldas a la ventana, por donde le entraba la tamizada luz del sol, leyendo un breviario, es decir, no tenía nada que hacer en esos momentos y no desperdiciaba ni un segundo de su vida en enriquecer su alma para el apostolado que compartía con sus feligreses. Me escuchó atentamente y esbozó una leve sonrisa al mirar mi cara de niño bueno y tras meditar un instante la cosa me respondió: “Me agrada que hayas reunido el dinero y en lugar de gastártelo en otras cosas menos necesarias, te hayas comprado la palabra de Dios, que nunca se pasará de moda, pero que no te la puedo bendecir porque si lo hiciera y tu por un descuido, dejaras el ya sagrado libro en el suelo, enojaríamos al Señor y yo habría ayudado a conseguirlo.” En vista de su negativa, me agarré a un enlucido, como se dice cuando queremos conseguir algo que nos llena de ilusión y había llevado un bolígrafo sin estrenar para que con el, me dedicase unas palabras y a esto si que accedió amablemente con la siguiente dedicatoria: “Que su lectura te sirva de mucho provecho espiritual…Juan Sáez” Ni que decir tiene que aquél bolígrafo que Él había tocado con sus manos, pasó a formar parte de mi colección de cosas de incalculable valor que atesoro. Años más tarde, cuando comenzó el proceso de beatificación y se escribieron cuadernillos y biografías de D. Juan, le mostré mi Biblia a mi amigo José Simeón Carrasco Molina –Pepe de Jarras- y copió aquellas palabras para el comienzo de la historia de su vida terrena.
Me he sentido muy dichoso, junto con mi mujer, de haber llevado al altar el pasado 16 de septiembre a nuestra hija Patricia, para su enlace sacramental con José Antonio. Cuando al llegar a la puerta oeste de la Parroquia San Pablo y ver al fondo la cara emocionada del novio y todos los acompañantes vueltos hacia nosotros, me pareció que todo el mundo era maravilloso, todos elegantemente vestidos, sus caras eran para mí las más bellas que había visto nunca y al llegar al fondo, donde nos aguardaban los padres arropando a un novio ilusionado, todos nos fundimos en un abrazo, donde ya no éramos dos familias de Abarán, si no una. Entonces tuve una reacción no premeditada de algo que todavía era mi deber hacer como padre. Me solté del brazo de mi hija y cogiéndole a Él del suyo, le dije: “José Antonio, aquí te entrego a nuestra hija para que la cuides todos los días de tu vida”. A lo que Él me contestó: “Tranquilo Ángel, que así lo haré”.
Luego vino la Feria, que seguramente a muchos les ha vuelto a cargar las pilas para seguir con la lucha diaria. Todo me parece bonito y agradable, aunque muchos nunca se sienten satisfechos de cómo ha resultado todo. Yo, si pudiera retocar algo sería el montón de actos que se programan, el dinero que cuesta llevarlos a cabo, coordinar todo, poner toda la ilusión para agradar como mínimo a la mayoría y siempre falla lo mismo. Nunca se tiene en cuenta que dado que somos de carne y hueso, con nuestras limitaciones, es prácticamente imposible atenernos al “guión” de cada día y dejar de acudir a algún evento que es prácticamente imposible, ya sea porque hay incompatibilidad de horarios y no se puede estar en dos sitios a la vez, como Sta. Teresa. Ahora lo que toca es rezar por nuestros fieles difuntos, honrarlos con nuestro cariño y nuestro recuerdo imperecedero, porque será la única manera de que nunca mueran realmente en el olvido de todo lo que significaron en su vida terrena para formarnos como personas de principios.
Hasta el mes próximo, sean buenos si pueden y les dejan, si Dios quiere.
Ángel López Miñano


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