LA NIÑA DEL CHOCOLATE
Dichoso por reencontrarnos nuevamente, tras el obligado y merecido descanso de todos cuantos conformamos esta gran familia del Crónica-7 tanto editores, colaboradores y por supuesto, nuestros queridos y sufridos lectores que tan fieles son a cada nuevo número de este entrañable periódico, que nació para entretener e informar de todo cuanto acontezca en nuestro pueblo.
Atrás quedó agosto, aunque muchos crean es la canícula en Abarán, yo vengo observando desde muchísimos años, que no es así, que es julio cuando el sol se enseñorea y nos recuerda quien manda y, sin embargo, agosto tiene la fama, pero también sus cabañuelas, que empañan el cielo y el tornasol trae un respiro de alivio a quienes no tienen la suerte de estar de vacaciones en la playa y les toque trabajar a la intemperie. Por todo ello, llegan a mi mente los hechos ocurridos hace muchos años cuando también el calor era protagonista de esta preciosa historia que les cuento…
Estando en construcción la Iglesia parroquial de San Juan Bautista con nuestro santo D. Juan Sáez Hurtado como promotor, su espíritu no le permitía estar a la sombra, cobijado del lacerante sol de julio y los albañiles encofradores metidos en las zanjas de lo que luego sería el presbiterio, sacristía, retablo, capillas etc. Y cuando menos se lo esperaban, le veían aparecer con un caldero repleto de refrescos, cubierta su cabeza con un pañuelo blanco anudado en sus cuatro puntas y les traía el alivio para sus penas, que les reconfortaba el ánimo de seguir bajo el tórrido sol si cerca tenían a un hombre que, pudiendo estar a la sombra bajo palio, estaba con ellos compartiendo sus sufrimientos.
Aquello no cayó en saco roto y me consta y doy fe de que hace unos dos años tropecé por casualidad con uno de aquellos encofradores, ya jubilado, que dijo ser de Alguazas, creo recordar, y que cuando oye en la televisión el nombre de Abarán, le viene a su mente con nostalgia, aquella lejana canícula de julio en que un “hombre santo” saciaba su sed cuando más lo necesitaba. Aquel cura, con vivarachos ojillos azules como el cielo, que sonreía complacido, al verles reconfortados de cuerpo y alma. Me dijo que para el, ya era un santo en vida y a la verdad que este hombre no se equivocaba.
Estuvimos en “nuestra playa” el pasado 29 de julio, digo nuestra, porque desde que la descubrimos, ya le somos fieles cuando tenemos la oportunidad de ir. No somos de los que piensan que para un día no merece la pena, pues he observado que en ese solo día se están más horas metido el mar que si de una semana se tratara. Su nombre es Playa Torre Derribada, en Las Salinas de San Pedro del Pinatar, donde reúne todo cuanto se precisa para no arrepentirnos de haber ido. El coche lo podemos dejar bajo tejado. Un aseo nos permite cambiarnos al bañador. Una pinada con mesas para comer la clásica tortilla, ensalada de mona y conejo frito con tomate que hayamos llevado del pueblo. Una pasarela de madera para proteger de las pisadas las retamas, juncos y vegetación dunar nos adentra en la orilla del mar y una fuentecilla de agua nos espera cuando volvamos a irnos para refrescar nuestros pies. La bandera ondeaba de color verde. Los flamencos también protegidos entre balizas de madera, que podremos observar como pescan los pececillos de las inmensas salinas que ocupan nuestra vista en lontananza. Su oleaje es el justo, ni mucho ni poco. No hay socavones, medusas, apenas algas y de cuando en cuando un gigantesco avión de pasajeros atrona a su paso abriéndose camino en el ancho cielo, con gente que nuestra Costa Cálida se le queda pequeña y van en busca de la aventura y también del peligro, lejos de nuestro país y regresando con muchas frustraciones en la mayoría de los casos.
Nosotros nos habíamos propuesto pasárnoslo bien en “nuestra playa” pero en la mitad del trayecto que en total dura 75 minutos de coche, aquel olor a churros tuvo que ser el que trastocara nuestros planes. Hice la cola de rigor para comprar unos pocos. Delante de mí una niña de unos 7 años que solo llevaba 2€ y pidió un cucuruchito de churros y un vasito de chocolate, la señora que despachaba la dijo que el chocolate no se lo podía dar porque el vasito valía 1´20 euros y los churros 1€. Tampoco aquí me pude callar y traté de concienciar a la señora de que si le echaba un chorrito de menos de chocolate, problema resuelto y la niña se iría contenta y satisfecha. La señora no entraba en razones por aquello de no crear precedentes y yo no podía consentir que la niña se quedara sin su chocolate y les dije a los que me seguían en la cola que si a ellos les daba igual hiciera una excepción y contentar a la niña o si alguno llevaba 20 céntimos de más para compensar y callar a la señora, porque ya también llevaba solo 2€ Nadie me dijo nada, nadie miró en sus bolsillos y poder agradar a la niña, como el coche le tenía lejos me entró una impotencia de ver a la niña alejarse con su carita triste, sin su vasito de chocolate.
Un hombre le dijo al Señor:
- Señor, dinos, ¿cual es la clave para que los pueblos vivan en armonía?” A lo que el Señor respondió:
- Hijo mío la clave es: COMODIDAD
- ¿COMODIDAD, Señor?
- Si, COMO DI, DA Seréis mucho más felices si dais a los demás.
Pero ¿existe de verdad Dios? Pues claro que exite. Como existen los valles frondosos, los mares serenos o agitados, los amigos sinceros, las familias felices y solidarias. Aunque muchos se empeñen en no ver en el monte más que el huerto que plantaron y en las familias una incómoda preocupación. El verano puede ser una buena ocasión para buscar, si no has encontrado, la belleza que da la paz, la amistad que tanto enriquece, el calor de una familia unida que, cada día sorprende, cuando está presente el amor y, sobre todo, te animo a que busques, y no lo cambies, a ese Dios que solo quiere dar plenitud a tu vida.
He vivido en primera persona la experiencia de presenciar el robo que se produjo el pasado 24 de agosto, en Caja Murcia de La Hoya del Campo, con los nuevos “alumnos” de El Solitario, con una sangre fría y calculadora pasmosa. Estaba fumando un cigarrillo con la escopeta tapada con un folio, esperando se abriera la caja fuerte que tiene un retardo de 20 minutos. Se tapó la escopeta con un folio para que yo no me percatara y así fue como me dejó salir. A cara descubierta, educadamente obligó al director y la empleada le llenaran la bolsa y se marchó tranquilamente a disfrutar el dinero de los que lo ganan dignamente.
Disfruten en esta Feria de 2007 y de todos los festejos que están programados en honor de nuestros santos patronos S. Cosme y Damián, háganle caso a José Carrasco Molina –mi amigo Jarras-, no se queden en casa y participen de la alegría y el regocijo que supone estar todos unidos sin importarnos el color de quienes las haya organizado. Vivirlas fraternalmente es lo verdaderamente importante.
Hasta pronto, si ustedes y Dios así lo quiere.
Ángel López Miñano
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